Mensaje Mensual de Nuestra Madre Amantísima para todos sus Hijos

Junio 13, 2007

           

“Mis pequeños, sabéis vosotros que hoy vuestra Madre Amantísima viene con una gran alegría, hoy, Mi vestido se vistió de rosado para celebrar que uno de los pequeños pastores del Bien Amado llego a este lugar y os trajo la bendición a cada uno de vosotros.  No creáis que fue por casualidad, nada de lo que pasa en cualquier parte de la humanidad y menos en este pequeño lugar es casual, todo está escrito, tenia que venir uno de los que nunca habían llegado y sin que la pequeña [Rosa] lo supiera, grabara en su corazón el Mensaje de vuestra Madre Amantísima.

Una de las pequeñas cosas que viene predicando vuestra Madre en todas partes del mundo: confesaos, comulgad, no toméis el Cuerpo del Bien Amado en vuestras manos; cada vez que vosotros lo hacéis, lo estáis clavando de nuevo en la Cruz, por eso llora en muchas apariciones, en todo el orbe; pero hay otras cosas que vuestra Madre os quiere advertir: Mi Amado Jesús traerá grandes señales en el cielo, muchos de vosotros veréis esas señales, veréis la luna cubrirse de rojo y el sol de igual manera, cuando veáis esas señales en el cielo, será cuando las grandes catástrofes ocurrirán en la humanidad.

La tierra se conmoverá, las olas gigantescas volverán a cubrir muchas partes del mundo, porque lo que el hombre hoy llama científicamente un hueco en la capa de ozono que el hombre mismo ha producido al dañar toda, toda la creación Divina, no recuerda que esa capa de ozono es el mismo Dios, que al igual que cuando vino Noe y fabricó su barca, le vino advirtiendo al hombre que vendrían grandes catástrofes para la humanidad y que el hombre no tendría oportunidad de resguardarse, ni siquiera en el fondo de una gruta para ser salvo.

Vosotros tenéis que orar, orad por este mundo lleno de maldad, de egoísmo, de ambición, de idolatría para que tengáis perdón ante el Padre Celestial que os traerá después de los desastres, la gran Parusía del Bien Amado, en la que el hombre no creerá.

El hombre, pequeños Míos, no cree, no quiere creer que vuestro Padre esta enviando señales al hombre para que cambie en su forma de ser, os manda a la Estrella Luminosa del Cielo que es vuestra Madre Amantísima, que os viene a cobijar bajo Su Manto, pequeños Míos, para que no os agarre ninguna maldad y ninguna destrucción que venga para el mundo.   No vais a tener tiempo, si no os arrepentís antes; vosotros tenéis que orar, juntos, con vuestras familias y vuestros hijos, para que la destrucción que llegará cuando menos lo esperáis, no os agarre dormidos.

Vosotros tenéis que acordaros que a Noe nadie le creía, le llamaban el loco, le llamaban borracho, le llamaban endemoniado, no querían creer que el Padre Celestial podría mandar señales a través del agua, del sol, del viento, del fuego; el fuego es la Ira y el Espíritu que no se apaga. Tenéis que recordar que Dios es Amor, pero también es Justicia.  Si vosotros no tenéis miedo al Padre Celestial que os viene corrigiendo en todo el tiempo para que cambiéis vuestra forma de mirar la vida, no os garantizo que vuestra Madre os podrá salvar.

Vosotros sois iglesia, cuando acudís en masa donde está el Santuario de la Sagrada Eucaristía, doblad rodilla, doblad rodilla para que vuestro Padre os escuche, abrid vuestros corazones y arrepentíos de los malos pensamientos que se cobijan en ellos, las ambiciones y la maldad, os haga volver vuestros corazones de miel, para que todo lo que el Padre Celestial os da, podáis compartirlo con aquellos que viven en la completa miseria, que ni siquiera tienen agua que beber y el agua, pequeños Míos, la trajo Dios al mundo para matar la sed de todas las criaturas de la humanidad.

Recordad que vosotros mismos podéis enseñar a los pastores que os dejé, Oblatos de Maria, a enseñaros de nuevo a dar la Eucaristía en vuestra boca, después de que vosotros habéis confesado todo lo que tenéis en vuestros corazones para que Él os perdone a través de ese pastor que os dejé para guiar el rebaño, a ese rebaño al que nadie quiere escuchar y que en parte son culpables esos pastores de que el rebaño se haya dispersado por lugares donde vuestro amado Jesús no está.

La Iglesia, pequeños Míos, tendrá que volver a la humildad, tendrá que ser humilde, tendrán  que calzarse con las Sandalias de Jesús, esos pastores que os dejé, y dejar los lugares de riquezas, las grandes oficinas donde están encerrados, dejar las lujosas vestimentas y dedicarse a recorrer el Camino que recorrió el Bien Amado. Tenéis que ver que todas las donaciones, después de pagar el tributo, sea para saciar el hambre de los hambrientos, darle medicina al enfermo y darle bendición a aquel que está enfermo de cuerpo y alma.  Tiene que despojarse Mi Iglesia de las riquezas donde el Amado no está porque nació en un pesebre, pobre, para enseñarle a cada uno de vosotros que es allí, donde está la tristeza y donde está el dolor, donde está la angustia, la desesperación, el abandono, el niño desnudo y descalzo, el niño abusado, el niño violado, el Niño, el Niño Jesús en persona en cada una de esas criaturas que el hombre mancilla, viola, asesina y donde aquellas mujeres, olvidándose que son madres, los asesinan en sus propios vientres.

Vuestra Madre no tiene que sufrir en este mundo, ni llorar sangre, ni vuestro Padre Celestial   tiene necesidad de ver a Jesús crucificado cada vez que vosotros cometéis toda clase de pecado.  Llora por vosotros en el mundo, por el dolor que viene para Él.  Sabéis vosotros que vuestra Madre Amantísima ha enviado a un pequeño país que no es tan pequeño, pero que es grande en maldad, donde hoy domina el Anticristo, vuestra Madre Amantísima, ha mandado a los Ángeles, y a los jóvenes de ese lugar para que empiecen a tocar las trompetas de la libertad, del cristianismo en el mundo que está muriendo en cada uno, en cada uno de vuestros países.   Jesús está muriendo cada día, porque Lo negáis y abrazáis a la malignidad, al demonio en persona a aquel que vuestra Madre Amantísima pisoteará su cabeza.  

Hoy, esas trompetas suenan en ese pequeño y grande país.  Pequeño, porque la grandeza en el mundo ya no existe, porque son pequeños de almas y de cuerpo los que se apoderan de la sociedad en que viven para hacer aborrecer a Dios y a todo lo que de Él se hable en los corazones de ese pequeño país.  Los Ángeles están sonando las trompetas y esas trompetas deben de sentirlas cada uno de sus familiares, cada uno de los gobernantes en todas partes de mundo, para que defendáis la cristiandad de todo aquel que ha sido bautizado, y para convertir a aquel que no ha sido bautizado.

 Sonad las trompetas, pequeños, sonad las trompetas de Jesús junto con los Ángeles y hagáis que de nuevo el Inmaculado Corazón de Maria y el Eucarístico Corazón de Jesús vuelvan de nuevo a triunfar en cada país y en cada corazón de cada ser humano, porque los grandes acontecimientos que se avecinan para la humanidad serán grandes y vosotros no los podéis imaginar.

Os bendigo en el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.”