Mensaje Mensual de Nuestra Madre Amantísima para todos sus Hijos
Julio 13, 2008               

“Mis pequeñas criaturas, en vuestros corazones, tenéis que bendecir todo el tiempo a la Santísima Sangre de Jesús y al Inmaculado Corazón de vuestra Madre Amantísima por daros la oportunidad de poder recibir en vuestras vidas el misterio de las revelaciones que os da el Bien Amado através de las pequeñas criaturas que desconocen verdaderamente el camino que hay que seguir para poder llevar el Mensaje del Amado Jesús a cada uno de vosotros.

Bendecid cada día en cada uno de vuestros corazones, todo el sufrimiento que el Bien Amado tuvo que padecer, no solo cuando llegó al mundo sino cuando fue crucificado en el Altar del Sacrificio por amor a vosotros. 

Cuando vosotros fuisteis bautizados, ahí Jesús, el Bien Amado, os puso nombre y a cada uno de vosotros os llamará por el nombre que Él en ese bautizo os dio.

 Vosotros no sabéis lo que significó en aquella oportunidad cuando vuestra Madre Amantísima os presentó y lo ofreció en Sus Brazos a aquellos pastores que eran los grandes maestros de la Ley y que habían en aquellos grandes santuarios, en aquellos templos en el mundo.  Aquellos que revistiéndose de soberbia en aquella oportunidad y en aquellos tiempos negaban verdaderamente el nacimiento del Bien Amado. 

Allí en aquel templo donde María, vuestra Madre, os presentó y os ofreció al infante como la Luz que había llegado al mundo para traeros esa luz para que vosotros no vivierais en la oscuridad.  En aquella oportunidad vuestra Madre sabia que al presentároslo como Luz del mundo seria la Luz que iba llegar a todo ser humano en la vida, y que caminaría con cada uno de vosotros en vuestros corazones, sin embargo el hombre todavía hoy no reconoce el advenimiento de Jesús al mundo como Luz que os guiaría  para poder dar testimonio de la grandeza de Su Misericordia.

 María, lo mismo que dijo si cuando el ángel Gabriel anunció que traería al mundo la Luz, y que Dios se regocijaba en Ella como la Sierva del Señor, aceptó aquel regalo que Dios le había hecho a Su virginidad.  Hoy, el hombre no deja que la mujer conserve esa virginidad para regalársela en un acto de amor cuando vais al matrimonio; ese regalo era el que daría cada mujer a cada hombre.  Hoy, no respeta el hombre en su generalidad la virginidad como la respetó Dios cuando se engendro en María en un acto de amor, en una Luz que penetraría en Su Vientre Virginal y allí se convertiría en Carne y Ella llevaría en Su Vientre esa Sagrada Eucaristía convertida en Carne.   Él padecería en la Cruz, moriría en Ella, y se convertiría en Espíritu para que cada uno de vosotros fuereis salvos a la hora de la redención.  Cada uno de vosotros tenéis que llegar a ella, a la redención o la condena eterna. 

Los eruditos de la Ley no respetaron la Luz, no caminaron en la Luz, y no aceptaron la Luz de aquel que fue presentado en el santuario.  Todavía el hombre de hoy no reconoce esa Luz.  Por eso es que todavía seguís viviendo en las tinieblas, y os sigo diciendo, preparaos, preparaos para todas las tribulaciones que vendrán para el hombre por desobedientes y apostatas, porque después de conocer la Luz no sois capaces de dar testimonio de ella en el mundo ni delante de los pastores de hoy.  Esos que leen las sagradas escrituras pero que todavía no creen verdaderamente lo que esta escrito porque para ellos esta negada la revelación divina.

 Cuando cada uno de los pastores oran encomendándose al Espíritu Divino de Dios, reciben la bendición del Espíritu para consagrar esa Sagrada y pequeña Eucaristía que se convierte en la Sangre y el Cuerpo del Bien Amado para que al vosotros tomarla por el pastor podáis ser reivindicados cuando lleguéis a la presencia de el Maestro.  El verdadero pastor que condujo a su rebaño a través de todo el tiempo en la antigüedad y todavía hoy aquel que lo reconoce seguirá recibiendo la presencia espiritual del Bien Amado en vuestros corazones.  Todo aquel que justifique delante de los demás al Bien Amado, seréis vosotros también justificados ante el gran Sacerdote, que es Jesús. 

Vuestra Madre siempre os viene advirtiendo, caminad, Mis pequeñas criaturas, de la Mano de Jesús.  Testificad delante de los demás que Él es el Salvador, que vosotros lo habéis recibido en el bautismo por esos pastores que hoy no saben conducir al rebaño y lo desvían del camino, para abrazar otros cultos religiosos que nada tienen que ver con el Evangelio de Jesús.

Grandes acontecimientos vendrán y vosotros decís: La Madre Amantísima solo viene a traer temores al hombre, no Mis pequeños, no.  Vuestra Madre Amantísima os trae el Mensaje de vuestro Padre Celestial a cada uno de vosotros.

 Cuando vosotros recibís el Cuerpo y la Sangre de Su Hijo Amantísimo, cada uno de vosotros recibís la Santísima Sangre de aquel que murió en la Cruz para salvaros a cada uno de vosotros que verdaderamente camináis con Él.  Recordad, Dios es Quien manda la Justicia para cada uno de los hombres y vosotros recogeréis lo que cada uno sembráis, pero cuando escuchéis la Voz del Padre, vosotros la reconoceréis.  Donde quiera que vosotros os escondáis, ahí estará Jesús de la Divina Misericordia.  Él vendrá a cada uno de vosotros y os tocará en cada uno de vuestros corazones, para que despertéis verdaderamente y deis testimonio de que el Padre Celestial es Quien ayuda a cada uno de vosotros.  Él os conduce en el Camino del Amor a través de cada Mensaje que os trae vuestra Madre a cada uno de vosotros y que lo escondéis en vuestras habitaciones donde dormís y no ratificáis la Verdadera Justicia que trae Dios para cada uno de vosotros.

Recordad que estáis en el tiempo donde el Apocalipsis se os revelará en muchas formas en cada una de las manifestaciones que os traerá vuestra Madre Amantísima y vuestro Padre Celestial a cada uno de vosotros.  Recordad, Mis pequeños, que donde estéis cada uno de vosotros que camináis en la Luz, vuestro Padre Celestial os ayudará a salir del camino de la oscuridad y os traerá al Camino del Amor, al Camino de la Justicia, al Camino de la Verdad y cada uno podréis dar testimonio a todos los demás, y justificareis ante vuestro Padre por Jesús, aquel Jesús que crucificaron en la Cruz.

 Solo Dios puede dar el Evangelio a través de las Sagradas Escrituras, no de las que están cambiadas, sino las de los tiempos pasados, las que escribieron los apóstoles, a través de revelaciones verdaderas con el Espíritu Santo cuando se reveló en la gruta donde vuestra Madre estaba orando con los apóstoles en aquel tiempo, quienes fueron llamados a traer la Verdad. 

Recordad, Mis pequeñas criaturas, que vuestra Madre Amantísima os aparecerá en muchas partes del mundo a traer a Sus hijos de todas partes, del Norte, del Sur, del Este y del Oeste, os traerá para reuniros a todos en un solo Evangelio, en una sola fe, en una sola Iglesia, que son cada uno de vosotros cuando recibís el bautismo por los pastores que os dejé, quienes tendrán también que enderezar el Camino.

 Vuestro Padre Celestial no quiere ver a Sus pastores encerrados en urnas de oro, sino llevando el Evangelio como aquellos apóstoles de la antigüedad llevando el Evangelio, bautizando, imponiendo las manos y haciendo sanación en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para que cada uno de vosotros seáis salvos en la fe.  Tenéis que recordad  siempre que la fe es más grande que la obediencia, y que a veces se cometen muchos errores en nombre de esa obediencia, pequeños Míos, por obedecer al hombre y no a vuestro Padre Celestial.

Orad, orad, todos unidos en vuestros hogares, en todos los lugares de apariciones, en las grandes iglesias donde verdaderamente se respeta y se venera el Cuerpo y la Sangre de vuestro Amado Jesús.  Recordad que la oración es la que salva, purifica y engrandece la fe de cada ser humano.  Recordad que todo lo que vuestra Madre os ha dicho en este pequeño lugar, está escrito y  se cumplirá todo lo que escrito está.  Grandes y muchos rostros de traidores a la verdadera fe cristiana se descubrirán en el mundo y caerán como rocas guiadas por el Poder de la Justicia de vuestro Padre Celestial.

Os bendigo, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  Amen.”